Desde hace unos años tenía unas bolitas de lana que me habían sobrado de hacer un collar, de color morado, negro y fucsia.
En mis últimos años laborales de profesora en Roma, observé que casi todas las mujeres romanas, incluyendo mis compañeras del liceo, siempre llevaban collar.
Por contra, las españolas, especialmente las madrileñas, no podemos salir de casa sin pendientes.
Estos son las dos parejas de pendientes que he hecho, unos más largos y otros más cortos, pero ambos modelos son asimétricos.
Como tienen los mismos tres colores del collar, se pueden utilizar en combinación.
Aunque no uso tantos collares como mis congéneres romanas, éste lo utilizo mucho, porque no pesa nada y es resultón con este jersey morado.
Las piezas de plata de los pendientes son del almacén de Pontejos, que sigue igual de tradicional y surtido como siempre; una institución centenaria en Madrid.
Como los palitos de
plata son blandos y se pueden romper, he atravesado las bolas de lana
primero con aguja de lana, para ir haciendo camino.
Y luego con las tenacillas he enganchado el palito en la argollita del pendiente, enrollándolo sobre sí mismo. El principal motivo por el que no los he hecho antes, es que con tantas mudanzas, tenía extraviada las tenacillas desde hace algunos años, pero ya las he encontrado.
Las bolitas procedían de la tienda de al lado, Cobián se llamaba, que hace años desapareció y desde entonces es un chino.
De fondo, reproducción de la piedra Rosetta con las tres escrituras: jeroglífica, demótica y griega.